Por si fueran pocos los encantos de la ciudad de Covilhã, el otoño hace acto de presencia rompiendo todas las previsiones con su explosión de colores. Las hojas de los árboles se despiden mudando su color verde habitual por tonos distintos según la especie. Hay plantas que arrojan un rojo intenso, otras se tornan ocres o amarillas. Pero esta estampa es fugaz, cambiante y efímera porque el tiempo vuela y quiere dar paso al frió. El invierno se acerca y los árboles dormirán sumiéndose en ese letargo tan provechoso para la futura primavera.
Esta ciudad portuguesa se embellece nuevamente con esta estación que hace que por ejemplo el jardín del Lago muestre una estampa llamativa y presta para ser fotografiada.
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